Ahora que ha concluido la XXXIII edición de los Juegos Olímpicos, coloquialmente conocida como París 2024, es importante reflexionar sobre los aspectos económicos que subyacen a este impresionante evento deportivo. Con más de 13 millones de boletos vendidos, más de 15 millones de visitantes, la participación de más de 206 países, 32 disciplinas deportivas y más de 800 eventos, así como la presencia de más de 15,000 atletas, 44,000 voluntarios, 26,000 periodistas acreditados y más de 8,000 no acreditados, y con una audiencia televisiva superior a los 4 mil millones de personas, es esencial comprender cómo se manejan los recursos detrás del espectáculo. Aparte del entusiasmo que generan los eventos deportivos, los JO son profundamente controversiales desde el punto de vista económico y financiero. Existen opiniones encontradas: por un lado, se destacan los beneficios económicos esperados para el país anfitrión y, por otro, los gastos exorbitantes que se asumen no sólo durante el evento, sino también en los años siguientes.
Uno de los primeros eventos olímpicos que generó controversia financiera fueron los Juegos de Montreal 1976. En aquel entonces, el costo programado era de 124 millones de dólares canadienses, una suma considerable para la época. Sin embargo, el gasto final superó los 1.5 mil mdd canadienses. Este déficit lo cubrió la ciudad o, más bien, sus contribuyentes, quienes siguieron pagando hasta 2006.
En contraste, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 representaron un escenario diferente, siendo el único evento en el que, oficialmente, se reconoció que la ciudad sede obtuvo beneficios. ¿Cómo se logró esto? Varios factores contribuyeron, pero tres parecen ser los más relevantes:
1. Escasa competencia: ninguna otra ciudad quería ser sede para los Juegos de 1984, tras una serie de eventos olímpicos problemáticos. Por ejemplo, los Juegos de Múnich 1972 fueron manchados por la masacre contra atletas israelíes; Montreal ya había sido conocida por sus problemas financieros, y los Juegos de Moscú 1980 fueron boicoteados por Estados Unidos. Los Ángeles, al ser la única opción viable, pudo negociar favorablemente con el Comité Olímpico Internacional, obteniendo condiciones excepcionales.
2. Innovación tecnológica: por primera vez se hizo un uso significativo de tecnología, como computadoras personales, pagers y marcadores digitales en la organización y operación de los Juegos. Además, numerosos patrocinadores donaron tecnología y recursos financieros para promover sus marcas.
3. Uso de infraestructura existente: se aprovechó la infraestructura ya disponible en lugar de construir nuevos estadios y sedes, lo que redujo costos y evitó la creación de elefantes blancos.
Posteriormente, los costos asociados con la candidatura y la organización de los JO se dispararon. A pesar de las promesas de beneficios financieros a corto plazo y de los supuestos beneficios intangibles a mediano y largo plazos, muchas ciudades han enfrentado grandes déficits. Por ejemplo, el costo de los JO de Atenas 2004 se estimó en 11 mil mdd, contribuyendo a la crisis económica del país. Los Juegos de Pekín 2008 costaron alrededor de 40 mil mdd, mientras que los de Río de Janeiro 2016 alcanzaron aproximadamente 13 mil mdd. Los estudios indican que, al menos en términos financieros a corto plazo, todas estas ciudades enfrentaron pérdidas significativas. El debate sobre si los beneficios a mediano y largo plazos realmente se materializan sigue siendo interminable.
Aún es pronto para saber que pasó con París 2024. Parece que la ciudad fue muy innovadora en muchos sentidos y podría tener mejores resultados, el tiempo lo dirá. Por lo pronto, de lección hay que llevarse que estos eventos, como la Copa del Mundo de Futbol, deben pensarse muy bien, pues, generalmente, la cruda sale mucho más cara que la fiesta.
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Abel Mejía-Cosenza